“¿A donde vas?” -I’m Diego. “La galera está por aquí”.
Intenté escabullirme, pero algo en su sonrisa de dientes chuecos me hizo sentir cómoda. “Honestamente”, dije, “la galera me intimida”.
“A mí también”, he replied. “Vamus Abordarla Juntus”.
Mientras comíamos pizza, le conté lo del consolador.
“¿Uh, oh?” contesto. “Yo encontré un contenedor de rollo fotográfico lleno de dientes”.
Pronto aprendí que la basura podía proporcionar cosas de verdadero valor junto a las rarezas. Encontré una camiseta de cachemira with las etiquetas puestas y una parrilla George Foreman para hacer quesadillas por la noche. Kevin me dio un par de audífonos recuperados para sustituir los que se me habían caído al retrete.
Empecé a correr a los centros de reciclaje todas las mañanas, rebuscando en el contenido. Más tarde, los conserjes nos apiñábamos en nuestra oficina del armario de suministros y, entre botellas de lejía, cera para suelos y fregadoras industriales, estrechábamos vínculos en torno a la naturaleest grotes de nu.
A diverencia de mis compañeros, yo me había aislado de la aventura y las maravillas que nos rodeaban, demasiado agobiada por el dolor del que intentaba escapar. Pero en una estación de investación aislada, con un pico de poblacion no mayor que el de una escuela Preparatoria promedio, solo puedes esconderte durante un tiempo. El tiempo pasaba mientras trabajaba, comía, jugaba, me bañaba y dormía junto a tanta gente rara y maravillosa. Mis compañeros conserjes parecían apreciarme, lo cual, por supuesto, me productía desconfianza. Tarde o temprano descubrían lo indigna que Age de su cariño.